No para de moverse como quien estaría escalando siempre. Sus pasos son cortos y sin embargo ha recorrido varias veces el salón de clases. Llega a la cima cada vez que habla de sus metas cumplidas. Es una sensación de logro que muestra en la sonrisa.
A pesar de llevar más de 20 años escalando montañas a en el Ecuador y a nivel internacional, su larga historia no aburre al público. Iván Vallejo no deja de hablar sobre todos los nevados que lo han albergado desde los 17 años cuando por primera vez ascendió a la cima del Chimborazo. Porque como él mismo asegura, “Yo no he conquistado la naturaleza, más bien, ella me ha acogido”.
Como aquella cima del Everest que en 1999 lo vio llorar. Una meta que había sido su sueño desde los 12 años que se dibujó a él mismo sobre esta montaña con la bandera del Ecuador en la mano derecha.
Tal cual como la foto que es su orgullo. Su único recuerdo táctil de lo que fue escalar sin oxígeno “la Diosa madre del Universo”, como Vallejo llama al Everest. Esta es una de las montañas que forman parte del grupo de los ‘14 ocho mil’. Son 14 cimas de más de ocho mil metros que en su punta más alta han llevado por algunos minutos la bandera de este ecuatoriano.
Una bandera que a los seis años de Vallejo, era una tela roja que simulaba ser una muleta. Entre carreras, sueños e imaginación, el ahora andinista quería ser torero. Pero lo dejó por falta de pasión e inspiración. Lo mismo que le pasó con su carrera profesional, la Química. Aunque le sirvió para ganar dinero enseñando matemática y poder recorrer el mundo escalando, no es de su agrado la ciencia exacta que estudió durante cinco años en la universidad Politécnica de Quito.
Estas decisiones de ser diferente y dedicarse a escalar, "mi verdadero objetivo de vida", lo han convertido en un ser cada vez más pequeño, eso es lo que dice. Un hombre que ante la grandeza del mundo que lo rodea, las montañas, la naturaleza, se siente cada día "supremamente pequeño". Especialmente cuando una tormenta llega a las faldas de la montaña que está a punto de coronar y sin oxígeno, logra ver el paisaje que se impone ante los pies del atleta.
Un paisaje que ahora enseña a otros a comprender y más que nada a ser parte de él. Evitando aquellos rechazos como los que sufrió alguna vez por parte de sus amadas montañas. Como los tres intentos que tuvo que superar para alcanzar la cima del Chimborazo hace 19 años. O cuando cayó en un hueco de agua helada empujándolo a él y a algunos pedazos de hielo al fondo de una fosa. Cuenta que sus 22 años de vida, en aquella época, “se me pasaron por la cabeza y lo único que pude hacer fue rezar para que alguien me saque”.
Con todas esas vivencias se pasea por los corredores de empresas, organizaciones y universidades. Contando su historia que empezó con un dibujo y que ahora se recrea en la mente del público como una especie de charla motivacional.
Vallejo quiere rescatar la disciplina con la que ha logrado ser el primer ecuatoriano en encontrarse en las montañas más altas de Los Himalayas. Es la misma disciplina que lleva en su diario vivir. Con una dieta especial, ejercicio diario y hasta preparación sicológica ha mantenido el ritmo de lo que es ascender a la misma altura por donde vuelan los aviones.